Por Mónica Mora
Es evidente que la sociedad está inmersa en constantes y repentinos cambios tecnológicos. Los sistemas analógicos lentamente se extinguen, mientras la digitalización crece de manera acelerada. La comunicación social, por ende, se ha transformado para estar acorde a las exigencias de la era actual.
Desde las facultades de Periodismo o Comunicación Social, las mallas curriculares se adaptan. A materias como Lenguaje, Redacción Periodística, Semiótica, Locución o Periodismo de Investigación se suman en los últimos años otras que hasta hace 20 años se las consideraba complementarias, o no existían, pero que en la actualidad son tan necesarias, por no decir imprescindibles.
Por citar ejemplos: Herramientas digitales, Relaciones Públicas, Comunicación Corporativa, Comunicación Organizacional, Marketing Institucional, entre otros, son parte del pénsum que ofrecen las universidades, sin dejar de lado las raíces propias de la carrera, como el estudio y desarrollo de los géneros periodísticos, de la realidad socioeconómica y la comunicación política.
Para el teórico de la comunicación Jesús Martín-Barbero, español que se radicó en Colombia (+), “la comunicación ha expandido sus fronteras al pasar desde el ámbito de la información a un nuevo mapa de fenómenos en que hay espacios para los sujetos y para las temporalidades sociales”.
En resumen, los cambios en la sociedad modificaron el panorama de las comunicaciones y de los contenidos del que se valen los medios de comunicación para informar. Ahora, el profesional de las comunicaciones y el usuario digital no solo interactúan, sino que ambos se convierten y se entrecruzan como intermediarios entre los hechos y la sociedad.