La postverdad y las empresas

Por: Daniel Moreano

Hace un par de años la palabra postverdad fue reconocida por el diccionario Oxford. La define como “circunstancias en las que lo hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que las emociones y las creencias personales”.

La postverdad no es una cuestión millenial, su embrión se encuentra en el inicio mismo de la publicidad. Pero es verdad que la era millenial y de las RRSS han multiplicado el efecto.

La lectura político/social de la postverdad no es positiva. Las redes sociales generan burbujas de percepciones de la realidad, a través del consumo de contenido que solo refuerza nuestra cosmovisión. En este sentido, las redes se han convertido en un transmisor  de mensajes emocionales que llegan a crear opinión pública, sin que estos mensajes sean necesariamente auténticos.

Veamos el caso de Donald Trump y sus fake news. Trump y sus partidarios inundaron su campaña de noticias falsas en RRSS que, según estudios de Pew Research Center, influyeron directamente en el electorado. Polifacts analizó el discurso de Trump y Clinton durante la campaña; Trump mintió el 70% de las veces, Hillary Clinton el 30%. Trump ganó las elecciones.

El caso demuestra una realidad actual, el patrón de consumo de RRSS está basado en lo emocional. Un usuario tipo de redes consume contenido que ratifica aquello que siente o cree, y su parecer cambiará poco o nada ante nueva información, análisis o hechos.

Como dijimos, la lectura no es positiva. Sin embargo, el fenómeno de la postverdad deja un par de indicadores claros: lo emocional y la responsabilidad.

Lo emocional, en el mundo de las RRSS, es un factor clave que debería ser aprovechado  por las corporaciones. Una comunicación que apele a las emociones de las audiencias – en contenido y formato- siempre tendrá mayor alcance y mejores resultados.

Sin embargo, las empresas, aunque no poseen la obligación de los medios de informar correcta y oportunamente, tienen una reputación que cuidar, la cual podría ser afectada seriamente si se descubre que sus mensajes emocionales encubren falsedades.

Además, las corporaciones no dejan de tener sus propias responsabilidades como miembros de una comunidad digital. Los Comunity Managers de una compañía tienen el deber de comunicar al público la verdad sobre su empresa, sus valores, atributos y beneficios de sus productos. Pero también, como participantes del social media (a la hora de seguir cuentas, involucrarse en  conversaciones, o de compartir y promocionar contenidos), deben ser contribuyentes positivos de un ecosistema digital que, cada vez con más fuerza, buscará combatir los efectos de la postverdad.