Las redes sociales son reconocidas por haberse convertido en un poderoso recurso de comunicación que democratiza la posibilidad de llegar con el pensamiento, emociones, sentimientos de cada cual, a públicos amplios y personas lejanas. Constituyen una forma de generalizar la comunicación, en forma tan amplia, que ni siquiera habría sido posible imaginar cuando los medios convencionales actuaban como filtros que decidían lo que se dice y no se dice, lo que se transmite y no se transmite.
Junto a esta maravillosa virtud de las redes que tienen el potencial de convertir a cualquiera de nosotros en comunicadores universales, están los vicios y desviaciones. El mayor de todos es la difusión de noticias falsas –las fake news- que deforman la realidad y esparcen la confusión, desacreditan a la personas e instituciones o introducen la maledicencia en cualquier asunto.
Esta desviación ha hecho perder fuerza al mensaje individual, motivo por el cual en redes se mide la trascendencia de un contenido, positivo o negativo, por el número de repeticiones, reenvíos o comentarios que alcanza. Es decir que el mensaje individual se disipa porque vale en tanto en cuanto se vuelve masivo. Sin embargo, también se considera, aunque marginalmente, si en algunos casos son líderes de opinión –ahora más conocidos como influencers- sean quienes difunden el mensaje, pero siempre bajo la sombra de cuánta dimensión logran en términos de número.
Otro elemento que entra en juego en las redes es la urgencia. ¿A qué me refiero? Cuando hay una noticia en marcha –por ejemplo, los últimos acuerdos políticos en la Asamblea Nacional- la falta de información o los simples rumores forman avalanchas de especulaciones y críticas antes de cualquier desenlace. Ocurre un desfase entre realidad y percepciones.
La democratización y el descrédito sin fundamento, la masificación y la pérdida de los perfiles individuales, el desfase entre ritmo acontecer y ritmo de comunicación son algunos de los cambios que las redes han introducido en nuestra cotidianidad. Por ello, siempre habrá que preguntarse ¿qué puede pasar en redes mientras hay un acontecimiento en desarrollo, sea comercial, político o institucional? Esta evaluación debería ser una consideración esencial en cualquier estrategia de comunicación.