Vivimos en la era de las redes sociales que permiten interactuar directamente con los consumidores o gente interesada en emitir su opinión. Atrás incluso quedaron las páginas web y los blogs, porque en ellos se percibe una comunicación de una vía, como un traslado del impreso al digital con apenas beneficios, en la que el usuario solo puede escuchar como un actor pasivo de la comunicación.
Entonces, ¿los impresos comunicacionales tienen los días contados?
No. Porque el encanto del impreso todavía se mantiene y el digital difícilmente puede llegar a tener características que señalamos a continuación.
Si lo pensamos detenidamente, en la comunicación digital accedemos a contenido que se muestra en pantalla, que se ‘toca’ a través del puntero de un mouse o del tap en una pantalla táctil. Es un intercambio impersonal, frío y distante. En cambio, en el impreso la experiencia llega al 100 % y desde el momento en que es puesto en las manos del cliente este percibe el peso de la publicación, el gramaje del papel y su textura, muchos dicen que les gusta el olor de tinta, el olor del libro viejo, aparte que no fatiga la vista.
El impreso es comunicación para todos los sentidos, mientras el digital llega a lo visual y auditivo.
Si bien la distribución del contenido digital es más rápida y sin fronteras, su gran desventaja es que es perecible y su impresión depende de los algoritmos que evalúan calidad, peso e impacto. En cambio, aunque la distribución del impreso no es igual de rápida como el digital ni a nivel tan amplio (en teoría podría ser mundial), su ventaja es que el mensaje no es perecible y pervive tanto tiempo cuanto viva la publicación. ¿Quién no ha vuelto a ver alguna revista, quién no ha leído un libro de un autor que ya no está presente, quién no ha guardado periódicos con algún tema digno de conservarse?
En estos días, imprimir catálogos, revistas institucionales o libros de aniversario, etc, sirve para comunicarse con públicos claramente diferenciados. Material sencillo como folletos o revistas pueden ser enviados a lugares donde no hay internet, por ejemplo las zonas arroceras en los campos de la costa o la selva amazónica y así la marca institucional llega a lugares donde la tecnología no llega; en cambio, la impresión de un libro de lujo se hace para llegar a altos ejecutivos o público VIP y es un detalle de distinción de la marca.
El material impreso si está bien hecho descansará en una biblioteca particular como material histórico, como adorno, como fuente de datos; si su contenido caduca como en los periódicos, luego se convertirá en material reciclable. Esta característica tampoco es desdeñable, si se piensa que las marcas de periódicos se han metido directamente en las actividades cotidianas de la gente, en el habla popular de la gente, es decir, en la psiquis del consumidor común, cosa que ya quisiera cualquier marca que publica contenidos en digital.