Por Bernarda Ortiz
En 2015, Forbes nombró a Elizabeth Holmes como la multimillonaria más joven del mundo que se forjó a sí misma. Una exitosa empresaria, que tras abandonar sus estudios en la Universidad de Stanford, fundó Theranos, empresa valorada en US$ 9 mil millones.
¿Qué había logrado Elizabeth Holmes? Cambiar el mundo con unas pocas gotas de sangre. Theranos prometió detectar cientos de enfermedades, como cáncer o diabetes, sin necesidad de usar agujas, en tiempo récord y con menores costos.
Una propuesta que desafiaba los fundamentos de la ciencia, pero que convenció a inversionistas como Henry Kissinger y Rupert Murdoch. Incluso Walgreens pagó millones de dólares a Theranos, por contar con su tecnología en miles de puntos en Estados Unidos.
Pero denuncias de empleados que identificaron fallas en las pruebas enfocaron la atención de The Wall Street Journal en Holmes y su empresa. Hoy, Holmes ha sido acusada de fraude y espera su sentencia.
Elizabeth Holmes es algo en lo que muchos queremos creer, una mujer capaz de triunfar en un mundo de hombres. Una joven que abandonó sus estudios y montó su propia empresa, una historia muy parecida a la de Steve Jobs, alguien a quien Holmes admiraba y cuyo estilo imitaba.
Dicen que nada en Holmes era coincidencia, incluso el tono de su voz, muy grave y su mirada profunda. Logró crear un exitoso storytelling basado en el engaño. Sabía lo que representaba y sacó provecho de ello, hasta el punto que muchos obviaron los datos y creyeron en su historia.